LOA HIJOS, DE GAY TALESE




“Los hijos” (“Unto the Sons”), de Gay Talese. Alfaguara, Madrid-Buenos Aires, 2014, 763 páginas. Traducción de Damià Alou. En España: 22 euros. En Argentina: 300 pesos.
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Qué buena idea ha sido la de rescatar los libros del norteamericano Gay Talese, uno de los mejores periodistas vivos del mundo, y difundirlos en nuestro idioma. Difícilmente decepcionen y lo más probable es que atrapen al lector. He leído tres, excelentes: “Retratos y encuentros”, “Honrarás a tu padre” y el que se presentó en junio pasado en España y ahora en la Argentina: “Los hijos”, extenso, atrapante. Tanto que, en determinados momentos, se pueden encontrar páginas en las que Talese despliega sus mejores virtudes.

“Los hijos” narra la historia de los ancestros del periodista norteamericano, provenientes de la pequeña población de Maida, en la provincia de Catanzaro, en el extremo sur de Italia. Una región pobre, desfavorecida por la naturaleza, marcada por históricas luchas por los dominios territoriales, las dependencias familiares (casi tribales), la Iglesia Católica, la mafia y las inconmovibles costumbres ancestrales, que incluyen los casamientos concertados y una visión considerablemente pesimista de la existencia.

De todo eso logró poner distancia Joseph, el padre de Talese, quien tuvo una infancia y una adolescencia muy sufridas y que trató (y logró) reconstruir su vida en los Estados Unidos, favorecido por su oficio de sastre, que desempeñó con mucha destreza a lo largo de los años. Su hijo no es sastre, pero se sabe que es un verdadero exquisito al momento de elegir, y exhibir, su variado guardarropa.

Vestimenta aparte, quien lo ha leído sabe que nada hay externo ni trivial en sus libros. Que se mete “a fondo” en las historias que cuenta, recargadas de detalles sutiles, de valiosa y válida información, para terminar trazando un panorama que excede lo memorialístico. Con maestría, Talese sabe narrar tanto la Historia general como las historias particulares. La vida entera, en suma.

Una década de investigación

“Los hijos”, publicado en 1992, fue el producto de una década de investigación cumplida por el autor de “La mujer de tu prójimo” tanto en Estados Unidos como en Italia. Aunque cuenta diversas historias personales, el autor se detiene particularmente en las vidas de su padre y de su tío Antonio, un pintoresco personaje –ambicioso como pocos- que logró hacer pie en Francia (también como sastre), pese a su falta de estudios y al hecho de ser extranjero.

Claro que hay que ser Talese para dotar de valor adicional al anecdotario familiar.  Por lo tanto, “Los hijos” ofrece una amplia información, minuciosa pero nunca latosa, de lo que han sido las vicisitudes sufridas por Maida y su gente a lo largo de las centurias. Personajes históricos (reyes, nobles, guerreros, pero también anónimos habitantes), tienen espacio para que en el amplio libro se cuenten y conozcan sus particularidades. Y, claro está, también a Talese le queda mucho para contar sobre lo que le ocurrió a Joseph, tanto en Maida como en su breve paso por París y, especialmente, cómo fue su radicación en Ocean City, una por entonces desolada población de New Jersey.

Hay más, aún, y que de manera especial se desarrolla en las primeras y en las últimas páginas del libro. Me refiero a la niñez de Talese, un chico norteamericano que no podía dejar de sentirse extraño (a lo que contribuía la ropa que le exigían vestir) por el solo hecho de ser hijo de extranjero. A punto tal que en junio último, cuando habló con periodistas españoles por la aparición de “Los hijos” en nuestro idioma, le admitió a Javier Ansorena, de ABC de Madrid, que, a pesar de sus 82 años de vida estadounidense, “nunca ha podido" sentirse del todo (norte)americano”.

Grandes pinturas de ambientes, de situaciones particulares, entre las que se destacan los temas que aborda para “contar” la Primera y la Segunda Guerra mundiales (en especial la que fuera llamada Gran Guerra), desde la perspectiva italiana. También la pobreza, las carencias y los sueños de la pobre gente de Maida y, en otro plano, lo que fueron los primeros pasos de los italianos meridionales en las desconocidas y exigentes tierras estadounidenses.

Tantas dificultades…

Qué difícil le fue todo a ese niño Joseph que careció de una infancia libre, porque en Maida niñez equivalía a obligaciones, tantas como tenían los mayores. Y así día tras día el padre de Gay debía ir a la escuela pero también a trabajar en la sastrería de su tío. Había que tener mucho carácter, verdadera tozudez, para superar tantas dificultades e imponer sus propósitos. Que en su caso implicó seguir los pasos de su fallecido padre Gaetano, quien intentó sin suerte fare l’America, donde encontró la enfermedad que terminó devolviéndolo a Italia para morir, muy joven.

Reconstrucción de época. Capítulo aparte resulta el extenso informe, verdadero reportaje, que Talese le dedica al ambicioso Richard Mattison, un médico que primero vendió medicamentos de su invención que invadieron los Estados Unidos de fines del siglo XIX y luego se transformó en el rey del amianto, creando un verdadero imperio en el pueblo de Ambler, Pensilvania, que se extendió hasta las primeras décadas del siglo XX y al que Mattison manejó con mano de hierro, La ley la establecía sólo él, pagaba lo que se le antojaba y era ferozmente racista, especialmente con negros e italianos.  El amianto daba dinero, trabajo y, claro está, enfermaba, pero en ese tiempo nadie lo sabía. Es dable pensar que Gaetano murió a causa del mineral, que todo lo cubría, personas incluidas.


Las tensiones vividas por su padre durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Talese era un niño,  y Joseph se veía tironeado entre la fidelidad a su país adoptivo y su familia, que se desangraba en Italia sirviendo a Mussolini, son dejadas para el final del libro. Páginas escritas con intensidad, con emociones a flor de piel. Un cierre magnífico, para un trabajo ejemplar.
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Fotografías laterales: Panorámicas de, respectivamente, Maida (Italia) y Ocean City (Estados Unidos).

“Inconsciente hasta que llegó la ambulancia, y entonces avergonzado al ver el gentío que lo miraba en silencio tras la cuerda con la que la policía había rodeado los cristales rotos de la panadería, se volvió hacia su padre, que ahora lo abrazaba con unas toallas empapadas en sangre, mientras lloraba y decía algo en italiano que el chico no entendió”.

Perfil


Gay Talese nació en Ocean City, Nueva Jersey, en 1932, y vive en Nueva York. Considerado el padre del “nuevo periodismo”, ha publicado innumerables crónicas y es autor de once libros, de los que se conocen en castellano varios títulos, entre los que destacan “La mujer de tu prójimo”, “Honrarás a tu padre”, “Retratos y encuentros”, “Vida de un escritor” y “El silencio del héroe”. Fue periodista en The New York Times entre 1956 y 1965 y, desde entonces, ha escrito para The Times, Esquire, The New Yorker, Harper’s Magazine y otras publicaciones estadounidenses. Está casado desde hace más de cincuenta años con la editora Nan Talese y tiene dos hijas.
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Algunos enlaces:
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Comentario sobre “Retratos y entrevistas” (2003; editada en castellano en 2010)
“Retratos y encuentros” (“The Gay Talese Reader. Portraits and Encounters”), de Gay Talese. Alfaguara, Madrid, 2010-Buenos Aires, 2011, 302 páginas. Traducción de Carlos José Restrepo. Precios actualizados: En España: 16 euros. En Argentina: 219 pesos.
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“Frank Sinatra tenía un resfriado. Sinatra con gripe es Picasso sin pintura, Ferrari sin combustible… sólo que peor. Porque el catarro común le roba a Sinatra esa joya que no se puede asegurar, la voz, socavando hasta el corazón de su confianza; y no sólo le afecta su psique, sino que parece generar una suerte de secreción nasal psicosomática a las docenas de personas que trabajan para él, que beben con él, que lo aman, que dependen de él para su propio bienestar y tranquilidad”.

Cuando apenas terminaba de ingresar a The New York Times, el joven Gay Talese observó el enorme cartel luminoso que exhibía las noticias de actualidad, ubicado sobre Times Square. Llevado por lo que de ahí en más sería su “marca de fábrica”, es decir una imbatible curiosidad, subió hasta la terraza donde funcionaba, y suponemos que hoy lo sigue haciendo, el mítico cartel, para encontrar al ser humano que realizaba el trabajo de cambiar casi constantemente las letras para ofrecer las nuevas informaciones.
Quien más tarde sería considerado el padre del nuevo periodismo, se encontró con un desconocido que admitió que desde hacía veinticinco años realizaba su inusitada tarea. Fue así que el entonces cadete (mensajero) del gran periódico neoyorquino contó con un material inesperado con el que encaró su primer artículo, el primero de una serie que hasta ahora mismo no ha cesado, pese a que aquel joven de 21 años se ha transformado en un meticuloso y famoso anciano de 82 años, pero tan lúcido y creativo como lo fue desde aquella, su inicial historia narrada en 1951.
Pero no sería esa nota sino otra, pergeñada en 1965, “Frank Sinatra está resfriado”, la que será considerada su obra maestra, un texto que han leído miles de estudiantes de periodismo del mundo entero y que es una crónica de extrema originalidad.
“La gente no es lo que parece. Es más de lo que se ve”, ha dicho Talese, y bien que se lo puede tomar como su lema. Así, para construir su retrato de Sinatra nunca habló con el célebre cantante (era inabordable) sino con cuantos lo rodeaban y, más aún, con los desconocidos que podían aportar datos diferentes, ya se tratare de un botones de hotel o quien circunstancialmente le lustró los zapatos. Y lo que se puede leer de Sinatra, mostrando todas sus luces pero también sus sombras, no se parece a ninguna otra cosa: allí está el cantante y el hombre de cine, el amigo leal y generoso, el creador impar, pero también el ser autoritario, mezquino y caprichoso, pletórico de contradicciones y oscuridades que Talese expone casi sin piedad.

Una valiosísima selección

“Retratos y encuentros”, es una selección de notas que el cronista neoyorquino escribió a lo largo de los años y que apareciera en inglés en 2003. Aunque hay artículos de la década de 1990 –entre ellos uno dedicado a los ocasos de Muhamad Alí y Fidel Castro que merece atención aparte- los centrales fueron escritos por Talese en la convulsionada década de los ’60 del siglo pasado y que nos han resultado pequeñas obras maestras.
No tan agudas, quizás, como ese retrato extenso y tan particular de Sinatra pero sin duda de gran valor. Porque así como Talese es hábil para exponer a la luz a quienes han estado siempre ubicados en un segundo plano (vg. el encargado de los obituarios en The New York Times), más agudo resulta cuando exhibe a los famosos. En esta galería, como ejemplos, se puede encontrar a tres estrellas del deporte en sus respectivas etapas de ostracismo: los boxeadores Joe Louis y Floy Patterson y el ex beisbolista Joe Di Maggio.
A Louis “lo sorprende” en el Aeropuerto de Los Ángeles, cuando regresa de un viaje a Nueva York, a los 48 años. Ya retirado tanto del boxeo como de la lucha libre (en la que se vio metido debido a sus deudas), le basta a Talese reproducir un diálogo entre el viejo boxeador y su tercera esposa para trazar las tensiones subyacentes en el matrimonio, los reproches de la mujer, las defensas infantiles de un hombre casi aniñado descubierto en falta. Tom Wolfe saludó a esta nota considerándola el nacimiento del “nuevo periodismo”.
Más agudos aún resultan sus retratos de Patterson y Di Maggio. Al primero lo muestra tratando de recuperar los primeros planos luego de haber perdido el campeonato mundial a manos de Sony Liston (y al que nunca podría volver debido a que había nacido una nueva y poderosa estrella llamada Cassius Clay), y al segundo ligado enfermizamente a la memoria de su ex mujer, Marilyn Monroe.

La notable galería

Puede tratarse de un Peter O’Toole, borracho y nostálgico de Irlanda, sin saber ni lograr disfrutar del éxito que a los 31 años pareció desbordarlo después de haber filmado “Lawrence de Arabia” y “Lord Jim”, o de una semblanza –en números estadísticos y en personajes de toda clase, incluyendo los gatos- inédita de Nueva York, de un paseo nocturno fumando un puro en plena era antitabáquica o de sus orígenes como escritor de no ficción. En todos los casos Talese “le encuentra la vuelta” para dar una visión distinta, cargada de buen talante y aguda observación.
Esa agudeza destella cuando acompaña a Alí a una misión de buena voluntad realizada a Cuba en 1996. La delegación es recibida en La Habana por un anciano Fidel Castro luego de una larga y famélica espera. Talese se limita a reproducir las patéticas demostraciones de ingenio de un Alí dañado irremediablemente por el Parkinson y a un jefe de Estado también gastado, poco feliz para el diálogo de circunstancias. Le basta con eso para trazar un cuadro melancólico sobre el ocaso de quienes fueron dos de los grandes protagonistas del siglo XX.
Queda por fin otro artículo (extraído de “Los hijos”), en el que narra las peripecias que vivió su padre cuando era un joven aprendiz de sastre en Maida, Italia. Por accidente, en un día fundamental para el pueblo, Talese padre, por entonces un pequeño aprendiz, corta -estropeándola- la pierna de un pantalón preparado para un jefe mafioso. No queda tiempo para nada y ese capo de tutti capi puede llegar a matar si el traje encargado no es entregado de inmediato. El patrón de Talese, como desesperada solución, acude a un ardid ingenioso que no vale develar acá. Talese periodista cuenta con mano maestra el episodio que resulta un relato cargado de intriga, tensión y humor, verdadera joya para el lector.
Sutil, observador ingenioso y mordaz, Gay Talese puede empezar así una crónica: “Cada mañana, en los días hábiles, una serie de mujeres relamidas y a prueba de arrugas, que se tratan de ‘querida’ y ‘encanto’ y son capaces de hablar en letra cursiva y maldecir en francés, entran al edificio Graybar en Manhattan, ascienden al piso diecinueve y se deslizan enfrente de los escritorios de Vogue”.  Y con eso habrá dicho prácticamente todo.
Varios libros le han dado merecida fama, tales como “Honrarás a tu padre” (sobre la mafia neoyorquina) o “La mujer de tu prójimo” (sobre las infidelidades matrimoniales en los ’70, que lo llevaron a participar de un centro nudista y regentear prostíbulos). En todos ellos ha demostrado su sagacidad para narrar  –desde la mentada no ficción- los aciertos y las faltas del gran cuento (norte) americano. “Retratos y encuentros”, es también muestra excelente de su incesante relato.
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Video: Geneton Neto entrevista a Talese (19/5/2013, 26 minutos, en portugués).




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