DISTANCIA DE RESCATE, DE SAMANTA SCHWEBLIN



“Distancia de rescate”, de Samanta Schweblin. Literatura Random House, Buenos Aires-Barcelona, 2014-2015, 124 páginas. En Argentina: 129 pesos. En España: 13,90 euros.
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“Distancia de rescate”, de apenas 124 páginas, es sin embargo el texto de ficción más extenso que ha escrito la argentina Samanta Schweblin (hoy becada en Berlín). Y ello es así porque la narradora eligió el cuento como forma expresiva, resistiendo la presión editorial de “pasarse” a la novela, como si en ésta residiera la auténtica literatura.

Es un lugar común afirmar esto último, con su fuerte tufillo comercial, lugar común que no se sostiene porque escribir cuentos reclama tanto o más que la novela, dadas las fuertes exigencias del género. No puede sorprender entonces que los buenos cuentistas no abunden. Schweblin sabe bien de qué se trata, porque no ha decepcionado con sus dos primeros libros y sabe “manejarse” más que bien en el texto corto.

En cuanto a “Distancia de rescate”, aunque se trata de una nouvelle, desde determinada perspectiva puede ser considerada como un cuento extendido por desarrollarse en un solo escenario, tener pocos protagonistas y no desperdigarse en historias secundarias.

La ficción nos hace saber que a un abúlico lugar de descanso llegan Amanda y su pequeña hija Nina, mientras aguardan al padre. Se hallan de vacaciones en un sitio impreciso del extenso campo argentino, donde se imponen los cultivos de soja, “verdes y brillantes” y en apariencia anodinos. Allí Amanda conoce a Carla, madre del pequeño David, sobre el que cuenta un episodio que vivió y que le obligó a tomar  una decisión extrema, suceso que cambiará el curso y el sentido mismo del relato.

Dos voces

La anécdota central, aquello que ocurrió en el campo, lo cuenta Amanda, en un diálogo permanente y respondiendo a una serie de inquietantes preguntas que le formula David. El niño que pregunta no parece encontrarse en ninguna parte, es como un fantasma que indaga y guía a la mujer, quien a su vez estaría internada, enferma, y que trata de comprender –contando- qué ha ocurrido en el breve tiempo que permaneció en el campo.

El relato contado por esas dos voces y ausencia absoluta del narrador omnisciente, con buenos recursos ahoga al lector desde casi el mismo comienzo y no le da respiro hasta las líneas finales, cuando se toma conciencia de que una nueva clase de peste se ha instalado en forma definitiva. Y que parece a punto de explotar.

Distancia de rescate: “Necesito medir el peligro, sin esta medición es difícil calcular la distancia de rescate”, dice Amanda. Se refiere a la necesidad que siente de saber que, llegado el caso, podrá salvar del peligro a Nina, cualquiera sea ese riesgo. Dicha “distancia” la obsesiona: “Me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería”.

Esa distancia tan particular es que la intenta sostener durante su estada en el campo, en apariencia abúlico, pero en el que sin embargo  “late” el horror, del que toma conocimiento a partir de lo relatado por Carla, vale decir a lo que ocurrió con David no bien éste tomó agua envenenada en una laguna cercana. Y, como se dijo, al recurso extremo que debió tomar (aceptar) para tratar de salvarle la vida.

El verosímil

David se envenena cuando su madre sale en persecución de un caballo padrillo, prestado, al que encuentra en medio de una laguna. Animal y niño toman agua de allí y al día siguiente el caballo muestra signos de envenenamiento. Carla toma conciencia de que a su hijo, que ha comenzado mostrarse enfermo, le quedan “hilos” de vida, de ahí que acepte la esotérica propuesta que le hace una curandera o “manosanta”, oferta  que entronca con el misticismo y la transmigración de almas.

En consecuencia, es el propio verosímil de la historia el que peligra, pero la autora lo conjura porque si bien lo fantástico se hace presente logra que la trama se mantenga en una ponderable zona de ambigüedad, avalando así su posición sobre el tema. En efecto, Schweblin oportunamente manifestó: “Para mí el verosímil es fundamental. Me importa mucho partir de una historia casi totalmente realista, pero que lo que suceda en el medio puede ser un poco sobrenatural. La idea es que eso se produzca por un corrimiento pequeño de la realidad, como un detalle. El resultado es monstruoso, pero en realidad la anomalía es mínima”.

En cuanto a la estructura de la nouvelle, ya se dijo que la escritora optó por un diálogo constante entre dos personajes: uno de ellos, que se limita a tener breves intervenciones, es David, y la que va contando la historia es Amanda. Fantasmal, o recordando la voz propia de un psicoanalista, David va “guiando” a la mujer, haciendo que se detenga en lo que él considera importante, mientras ella reconstruye lo que le ha ocurrido en el campo, situación que no cabe explicar pero que le ha hecho soportar situaciones extremas, vinculándola con la muerte.

La soja, la soja

En la novela es la soja, la que tiene un sesgado protagonismo. Schweblin ha manifestado que no ha querido escribir un texto de denuncia, o panfletario, pero es ese grano el que esconde al “monstruo” en sus entrañas, aunque las plantaciones de dicho poroto no presenten en apariencia peligro alguno.

Pero bien se sabe, al menos donde se lo cultiva de manera intensiva, como ocurre en la Argentina, que es una planta muy agresiva dañando el humus y que resulta particularmente sensible a las plagas, de ahí que para combatirlas haya que acudir al glifosato y otros agroquímicos, buenos para el grano pero no las personas, que suelen contraer enfermedades.

Ha habido muchas presentaciones en el ámbito judicial respecto de este perjuicio, mucho “ruido” político, pero como la soja sigue generando altos producidos económicos, mientras las controversias se mantienen en pie no deja de ser sembrada en amplios predios de la extensa geografía argentina. Tal el “fantasma”, nunca totalmente explícito, pero muy presente, en esta novela febril, escrita con fuerza y habilidad y que logra transmitir al lector todo el dolor de sus personajes. Y todo el horror que en ella se impone.
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Perfil

Samanta Schweblin nació en Buenos Aires en 1978. Su primer libro, “El núcleo del disturbio” (2002), obtuvo los premios Haroldo Conti y Fondo Nacional de las Artes. El segundo, “Pájaros en la boca” (2009), fue distinguido con el premio Casa de las Américas y traducido a trece idiomas. Becada por distintas instituciones, vivió temporalmente en México, Italia, China y Alemania (Berlín), donde reside desde hace dos años. Fue seleccionada por la prestigiosa revista Granta como uno de los "mejores jóvenes narradores en español" y ha obtenido en 2012 el Premio de Cuento “Juan Rulfo” de Francia. Con el cuento premiado, “Un hombre sin suerte”, como texto central, prepara un nuevo libro de relatos que se conocería este año.

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Video: Declaraciones de la autora a la revista “Leemás”, de la librería Gandhi, de México, subida a Youtube con fecha 15/10/2014 (duración: 6 minutos)

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