“Los peligros de Paulina y otros cuentos selectos”, de Salvador Garmendia. Salto de Página, Madrid, 2014. Edición y prólogo de Viviana Paletta. En España: 21 euros.
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El escritor venezolano Salvador Garmendia (1928-2001) tuvo su “cuarto de
hora” en los ’70 y ’80 del año pasado, especialmente en el tiempo en que vivió
en Barcelona, publicó su novela “Memorias de Altagracia” y recibió el Premio
Nacional de Literatura de su país. Sin embargo, de a poco fue ingresando en un
inmerecido olvido que se acentuó en sus
últimos años de vida, cuando enfermó gravemente, primero de diabetes y por fin
afectado por un terminal cáncer de garganta.
Hoy, cuando los libros de Garmendia casi han desaparecido de los estantes
de las librerías, debe recibirse con beneplácito la antología de sus cuentos
preparada por Viviana Paletta, porque viene a reparar un injusto y prolongado
silencio.
De joven vinculado a la izquierda, los primeros libros de Garmendia afincaron en el realismo, pero a medida que fue creciendo como escritor elaboró
una literatura más compleja, incorporándole la veta fantástica o abrevando
hasta en el surrealismo.
Considerado el maestro por excelencia de la novela urbana, cuando en 1972
publicó “Memorias de Altagracia”, cambió de perspectivas al sumergirse en el
mundo de los recuerdos personales y de ese modo potenció su narrativa.
En la periferia del “boom”
Garmendia fue uno de esos nombres que, como los de Reinaldo Arenas, José
Agustín, Antonio Skármeta o José Donoso, se ubicaron en la periferia del “boom”
latinoamericano de los ’70, y aunque nunca fue colocado a la par de Vargas Llosa
o Cortázar, contribuyó con una obra vasta y variada a renovar la literatura en
nuestro idioma. Y, especialmente, la de su país.
El venezolano publicó una veintena de títulos, entre novelas y libros de
cuentos, destinados al público adulto, varios de literatura infantil, escribió
guiones radiofónicos y televisivos, fue locutor profesional, periodista,
profesor universitario y autor también de varios libros de ensayos, así como de
sus columnas periodísticas reunidas en libros. En los ’80 se desempeñó como
consejero cultural de la Embajada de Venezuela en España.
La producción literaria del autor venezolano es vasta, y la
compiladora/editora Viviana Paletta debe haber tenido considerable trabajo para
su selección, porque el autor publicó un total de 14 libros de cuentos. No
obstante, la antología es amplia y muy representativa del mundo “garmendiano”.
La antología no guarda un orden cronológico, sino que termina siendo una
“muestra” de la amplitud de miras y búsquedas del autor y su propósito –como
bien señala Palettta- es ser ·puerta de entrada al universo narrativo del
escritor, “una inmersión en un mundo donde conviven la lucidez y el sueño, y que
también adquieren la forma de alucinaciones y pesadillas domésticas y del mundo
del trabajo”.
La imaginación al poder
Resumir en pocas palabras ese “mundo” es imposible, porque Garmendia era
muy imaginativo y la forma que elegía para presentar sus relatos variaba de ficción
en ficción. En los últimos años de su vida creativa optó por el cuento breve, y
también en la antología hay una amplia muestra de ese “subgénero”. En el autor
venezolano el humor fue la constante, como la “falta de respeto” a cuanto fuera
institución.
Paletta, al hablar de los personajes que se presentan en esta extensa
galería, dice con propiedad que son “excéntricos, anómalos, maniáticos,
perversos, incluso cómicos” y que “a través de ellos se exploran los límites
entre la vigilia y la ensoñación, la pesadilla, en medio del alienante tráfago
de las ciudades”.
Se hace difícil no sólo la síntesis, sino detenerse en cada uno de estos
cuentos, porque suman unos 60 los elegidos y muchos merecen particular atención
y análisis. Digamos, aparte, que no pocos de los relatos generan un
considerable desasosiego.
Tomemos como ejemplo el texto que da título a la antología: Paulina es una
niña que no bien deja su casa se transforma en una muñeca humana, de partes que
se sacan y sustituyen con facilidad (los ojos, las manos), de intensa y amplia
sexualidad pero sin la menor emoción. O el desasosiego que experimenta quien
lee el cuento del hombre al que, para aliviarle una jaqueca que lo lleva loco,
le extirpan la cabeza (y debe convivir con ella). O el que produce un hombre
que asegura que ha hablado con una persona que, al parecer, está muerta, la que
a su vez lo ha hecho con otra, que –al parecer- también murió…
Garmendia resultó ser una nueva voz en el por entonces átono mundo
literario venezolano. De inmediato se lo consideró, junto a otros jóvenes
escritores de la época, como el “anti” Rómulo Gallegos y otros autores de la
época, marcados por el costumbrismo. Se podría decir que con él llegaron la
modernidad y el relato urbano. La urbe, la enorme Caracas (hoy de más de 3
millones de habitantes, el 10% de la totalidad de la población venezolana), se
volvió protagonista de sus historias y sus personajes resultaron hijos directos
de ese entramado complejo, que reclamaba si no su cronista, si a quien supiera
contar y pintar sus luces, sus sombras, sus realidades. Y sus delirios.
El hacedor
“Hacedor” de múltiples proyectos culturales, el narrador integró grupos
literarios (“Sardo” y “El Techo de la Ballena”), llevó a la radio guiones
basados en grandes obras literarias, fundó revistas, escribió columnas
periodísticas y adoptó en forma permanente posiciones políticas que,
generalmente, se ubicaban a contrapelo del poder de turno.
En el último de los relatos
seleccionados por Paletta, Garmendia elabora una teoría sobre el cuento que
vale la pena repetir:
“El cuento es tenido como una disciplina menor. No genera teoría. Cada
quien escribe el cuento que quiere y como quiere, sin que nadie se meta. La
escritura del cuento posee la limpidez cerrada del acto poético. La oración sin
fisuras, cuyos empalmes se producen por un impulso espontáneo del propio material.
La palabra que brota en el cuento es un germen predispuesto para la madurez, en
cuyo centro crece y se independiza el calor del poema”.
Está claro que sabía de qué hablaba. Y que aquello que más sabía, y cómo, era de qué múltiple manera podía ser
ejecutado el género, milenario, exigente. Inclaudicable.
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Perfiles
Salvador Garmendia (Barquisimeto, 1928-Caracas, 2001),
creador de una de las obras más ricas y originales del continente, fue también
el narrador más importante de Venezuela en la época del “boom” de la literatura
latinoamericana. Escritor, guionista y diplomático —ejerció como consejero
cultural en la embajada de Venezuela en Madrid y en Barcelona—, fue una de las
figuras señeras de la intelectualidad americana. Autor de importantes novelas
como La mala vida, Día de ceniza, Los pies de
barro y Memorias de Altagracia, destaca
ante todo como absoluto maestro en la narrativa breve. Entre sus libros de
relatos se encuentran: Doble
fondo (1966), Difuntos, extraños y volátiles (1970), Los escondites (1972), El único lugar posible (1980), Hace mal tiempo afuera (1986) y La media espada de Amadís (1981), así hasta alcanzar catorce
títulos. Fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura en 1973, el Juan
Rulfo de Cuento en 1989 y el Dos Océanos en 1992.
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Viviana Paletta es una poeta, antóloga y editora argentina residente en España. Recibió el primer premio de Poesía en el Primer Certamen Literario para la Mujer
Argentina y, en 1989, fue seleccionada en cuento y poesía en la Primera Bienal
de Arte Joven. Ha publicado los libros de poemas “El patrimonio del aire”
(2003) y “Las naciones hechizadas” (2010). Está incluida en las antologías
“Estruendomundo” (2003), “Los poetas interiores. Una muestra de la nueva poesía
argentina” (2005) y “Poetas y poemas argentinos” (2013). Ha editado y prologado
los “Cuentos completos” de Rodolfo Walsh (2010) así como la antología de
Salvador Garmendia “Los peligros de Paulina y otros cuentos selectos” (2014).
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Video: Entrevista de Antonio López Ortega a Salvador Garmendia. Programa “Entrelíneas”,
año 1991, duración 28 minutos.
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