"Mágico, sombrío, impenetrable", de Joyce Carol Oates. La escritura incesante. Comentario anterior: "Mamá" y "Ave del Paraíso"

“Mágico, sombrío, impenetrable” (“Lovely, Dark, Deep”), de Joyce Carol Oates.
Alfaguara, Barcelona-Buenos Aires, 2015, 438 páginas.
Traducción de José Luis López Muñoz.
En España: 19,90 euros. En Argentina: 299 pesos.

Resulta prácticamente imposible seguirle el ritmo a la impecable e implacable escritora norteamericana Joyce Carol Oates, quien ya lleva publicados más de un centenar de títulos y, a pesar de su edad (nació en 1938), sigue como si nada con su envidiable carrera creativa. Tanto, que a este libro de relatos conocido originalmente en inglés en 2014 le han sucedido cinco títulos más (el último: “El hombre sin sombras”).

Cantidad no significa calidad, pero difícil que el lector tropiece con un “mal” libro de la autora de “Blonde”. Y que se encuentre ante un texto que repite o copie algo abordado por ella anteriormente. En “Mágico, sombrío, impenetrable” (referencia a la poesía; el traductor optó por esas palabras a las inglesas lovely, dark, deep –encantador, oscuro, profundo-) al lector le aguardan trece relatos aparecidos antes en diversas publicaciones, que tienen como eje las relaciones interpersonales y que constituyen, cada uno a su modo, verdaderos logros en el campo tan exigente del short story, género en el que también Oates descolla.

Cada uno de los cuentos del presente libro podría haber sido perfectamente una novela, pero en estos casos la gran narradora optó por el cuento, sin por eso dejar de lado la observación minuciosa y apelando en forma reiterada a la ironía y al juego humorístico, aplicando con hechos, situaciones y personajes su mirada inquisitiva o arribando a sus juicios tantas veces inexorables.

Como señalé, las relaciones interpersonales son “protagonistas” de estas historias. Ya puede tratarse la que sostienen una abuela enferma con su nieto joven, impulsivo y que busca eludir la idea de la muerte (“Sexo con una camella”) o la que se establece entre un hombre y una mujer cuando ambos se ven sometidos a una inesperada situación violenta (“Mastín”). “Distancia” habla de la separación de dos amantes y de cómo el alejamiento de uno de ellos lo lleva a la reflexión y a la revalorización del otro, ausente. “Un libro de mártires” pone a prueba el valor del amor, de los afectos, cuando se produce y debe tomarse una determinada decisión ante un hecho capital.

“Se ha muerto Stephanos”, lleva a Oates a incursionar en un mundo que conoce muy bien, el académico, con las tensiones y conflictos que se viven en el mundo universitario, analizando de paso las profundas diferencias sociales y de comportamiento que existen en los claustros educacionales. Circunstancia que también aprovecha para desplegar sus filosas ironías y sus cáusticos recursos humorísticos, a los que recurre con considerable frecuencia. Ese mundo es retomado en “El cazador” y en este caso la autora habla de la relación de una joven poeta con el decano de una pequeña pero elitista universidad. En “Desapariciones” es la relación de una pareja, adulta, la que se coloca en plano protagónico y allí Oates consigue contarnos cómo el amor de uno de ellos puede ir perdiendo consistencia, momento a momento, ante la impotencia del otro. “Cosas que quedan atrás, de camino hacia el olvido”, nos habla de la relación de un padre con una hija adoptada y de cómo ésta no puede conectar con el mundo, pese a todos sus intentos. 

"Santuario al borde de la carretera de Forker River, Jersey del Sur”, incursiona en lo fantástico al hacer que la historia la “narre” un muerto (y, de paso, incursiona en el desconcierto juvenil). “Los payasos”, también apela a lo fantástico y en este caso resulta el pre-texto para volver a narrar sobre la dilución del amor en otra pareja adulta. “Traición”, resulta otro aporte al género, aunque de paso disecciona las contradicciones de una familia típica norteamericana.

“Mágico, sombrío, impenetrable”, ya se dijo, alude al misterio de la poesía, pero también le sirve a la autora para entregar una nada amable semblanza del gran poeta Robert Frost (1864-1963; foto), cuando confronta con una joven, aparentemente anodina, que lo lleva sin embargo a observarse en un “espejo de la verdad”, para nada concesivo. La historia es situada por Oates en 1951.

El libro se cierra con “Parricidio”, casi una novela corta en la que vuelve al mundo de la creación literaria, en este caso en la personalidad de un presunto Premio Nobel, Roland Marks, y la difícil relación que mantiene con una de sus hijas, Lou-Lou, quien es la que narra la historia. Una historia plena de glorias y mezquindades, que admite conexiones temáticas y expresivas con “Cosas que quedan atrás…” y que deja también mal parado al protagonista. Esto es de destacar porque la propia Oates no ha vacilado en señalar (a Berna González Harbour, de “El País”) que si bien el personaje es inventado, ha tomado mucho de la personalidad de Saul Bellow y hasta algunas peculiaridades de Philip Roth (foto).

Historias complejas, que se ramifican, “saltan” en el desarrollo temporal y se muestran enriquecidas por las múltiples sutilezas de la autora para describir personajes, situaciones, atmósferas. “Mágico, sombrío, impenetrable” reúne relatos para disfrutar pese a que Oates nunca es complaciente, ni edulcore sus textos cuando nos habla de la vida.
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“Ya en el aire, a la azafata le preocuparon mis lágrimas y que pareciese desorientada. El pasajero sentado a mi lado era un hombre de origen asiático y avanzada edad que parecía sentirse violento y no deseaba molestarlo. Lloraba de una manera extraña, medio tosiendo, como si quisiera echar fuera la arena que se me había metido en la garganta. Con voz ronca logré tartamudear: <Ha habido una muerte en la familia>. Era una información impersonal, pensada para evitar que nadie se preocupara, porque no sabía qué otra cosa decir. <Ha habido una muerte en la familia>”.
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Datos para una biografía
Joyce Carol Oates nació en Lockport, Nueva York, en 1938. Es una de las grandes figuras de la literatura contemporánea. Escritora “incesante”, ha publicado unos cien libros, entre novelas, cuentos, ensayos, críticas literarias, obras teatrales, poesía y literatura juvenil. Reiteradamente candidata al Nobel, ha recibido numerosísimas distinciones, entre ellas el National Book Award, el PEN/Malamud Award, el Prix Fémina y la Medalla de Honor en Literatura del National Arts Club. Los libros de Oates traducidos recientemente al castellano son “La hija del sepulturero”, “Mamá”, “Aves del paraíso”, “Infiel”, “Puro fuego”, “La hembra de nuestra especie”, “Mujer de barro” y “Cartaghe”. En 2015 publicó en inglés las novelas “The Sacrifice”  y “Jack of Spades” y a comienzos de este año “The Man Without a Shadow”. El año pasado, además, se conoció su ensayo “The Lost Landscape: A Writer's Coming of Age”. (El paisaje perdido, un escritor en la mayoría de edad). Escribió varias novelas con los seudónimos de Rosamond Smith y Lauren Kelly. Estuvo casada 48 años con el editor Raymond Smith, fallecido en 2008, quien editó parte de sus libros y fue un activo colaborador literario. En 2009 Oates se volvió a casar, esta vez con el neurólogo Charles Gross, quien como ella dicta clases en la Universidad de Princenton. Diecisiete  de sus relatos han sido llevados a la pantalla (cine y televisión), el último de los cuales es “Foxfire”, dirigida por el francés Laurent Cantet.

En Internet:

Comentario anterior: “Mamá” y “Aves del Paraíso”

“Mamá” (“Missing Mom”, 2005)
Editorial Alfaguara, Madrid, 2009 – Buenos Aires, 2010, 478 páginas
Traducción de Carme Camps
 “Aves del paraíso” (“Little Bird of Heaven”, 2009)
Editorial Alfaguara, Madrid, 2010  - Buenos Aires, 2011, 520 páginas
Traducción de José Luis López Muñoz

Las novelas de la norteamericana Joyce Carol Oates suelen ser extensas, a veces reiterativas, recargadas de sexualidad y violencia, muy distintas entre ellas, e invariablemente intensas.

Para el presente comentario hemos leído unas mil páginas de Oates porque, con tardanza respecto de lo ocurrido en España, en la Argentina sus ficciones “Mamá” y “Ave del paraíso” se distribuyeron con diferencia de muy pocos meses. Ninguna de ellas tiene marcados registros autobiográficos, pero ambas refieren en profundidad a los vínculos familiares. “Si te alejas completamente del hogar pierdes el alma”, ha expresado –significativamente- la escritora.

Aunque suelen ser diferentes, habitualmente las ficciones de Oates registran reiterados saltos cronológicos, se detienen –a veces en exceso- en el detalle, son minuciosas en cuanto a refiere a descripción de personajes (aún los de menor importancia), de situaciones, de ambientes. Requieren paciencia al lector al tiempo que no descuidan en ningún momento el “sentido” del relato. La gran narradora sabe bien qué se propone contar en cada caso.

“Mamá”, o “Mamá desaparecida” –su título original- data de 2005 y se centra en la relación madre-hija, que se acentúa a partir del trágico hecho de que la madre es asesinada. “Ave del paraíso”, fue publicada en inglés en 2009 y fue escrita en momentos de mucho dolor para Oates porque había muerto Raymond Smith, su esposo y colaborador durante 48 años.

“Sobrevivir un día entero era terrible”, confesó al hablar de sus primeros meses como viuda. No obstante se repuso, tanto que terminó la novela (en la que también un crimen resulta el detonante de la historia) y hasta, sorprendiendo a todos, contrajo nuevo matrimonio. Aparte de seguir escribiendo y publicando.
Sin duda, la tenacidad es su “marca de fábrica”.

Historias de sangre. Bien dice Stacey D’Erasmo en The New York Times que las historias de Oates son antes que nada historias de sangre. Es la sangre, en cuanto a lo consanguíneo, pero también respecto de lo femenino, y a la violencia humana, lo que caracteriza y conforma a sus ficciones. Es la sangre la que une a Nikki con su madre (en la novela “Mamá”) aunque la hija tarde todo un año de duelo para comprenderlo en profundidad.

Nikki es la rebelde de la familia Eaton y así se presenta el Día de la Madre en la casa paterna, con el pelo cortado casi al rape, pintado con colores violentos, con ropa ajustada, breve y provocativa. Todo en Nikki es provocación, como si necesitara llamar la atención, pero también como si deseara marcar las distancias con su familia, con los conocidos, con cuanto la condicionó en su niñez y su juventud.

Como suele ocurrir, ella no entiende a su madre, Gwen, pero ésta tampoco comprende a su hija, aunque lo intenta. Pero todo se trastoca cuando Gwen es asesinada para robarle. Para Nikki es un cambio tan sorpresivo como profundo, que le irá haciendo cambiar de parecer, de perspectiva. Y, también, será un camino de conocimiento. De sí misma, pero fundamentalmente de su madre.

Porque Nikki comprende que su madre ha sido una verdadera desconocida y que ella, sin quererlo, también sin saberlo, ha cometido injusticias porque no supo ver, entender, como pasó con su hermana “modelo”, Clare.

“Me interesa reflejar el drama de la gente que huye y regresa a sus antiguos hogares”, le dijo la autora a Jesús Ruiz Mantilla, en una entrevista que oportunamente le hizo “El País” de España. El hogar, los afectos, el entender al otro, es lo que subyace en las intenciones de “Mamá”, significativa en cuanto a los cambios que experimenta Nikki en ese año posterior a la muerte de Gwen, pero también un tanto discursiva.

Dos almas que en el mundo. Krista y Aaron son dos adolescentes que viven en el imaginado pueblo de Sparta, en el Estado de Nueva York, próximo a Canadá, donde las bajas temperaturas resultan verdaderos coprotagonistas de estas historias.

Pertenecen a dos familias disfuncionales pero diferenciadas por su nivel social (aunque sus ingresos y sus expectativas resulten al término, considerablemente coincidentes) Ella es rubia, blanca y también inocente. Aaron es rebelde y (“peor”, para los parámetros con los que se maneja la familia de Kristi, especialmente su madre) descendiente de indígenas.

Pero un extremo acto de violencia los une: la madre de Aaron, la bella y considerablemente irresponsable Zoe, es asesinada y las miradas se centran en Eddy, el padre de Krista, amante de la mujer muerta y principal sospechoso.

La historia que narra Oates es compleja, porque tiene tanto que ver con la “condena” social –que injustamente provoca la destrucción, primero moral, luego física, de Eddy y también del padre de Aaron, Delray- como con la relación, amorosa y más que eso, sexual, de ambos jóvenes.

A éstos los hace encontrar y desencontrar en su juventud para volverlos a unir 15 años más tarde, cuando a través de un personaje secundario (la amiga de Zoe) se dilucide el enigma de su asesinato y ambos tengan su último, apasionado, encuentro.

Como ocurre con “Mamá”, “Ave del paraíso” es también discursiva, habla de la violencia (moral, física) y aunque los detonantes de los dos relatos refieren a asesinatos, ellos terminan siendo los “pre-textos” de lo que en realidad Oates quiere contarnos, vale decir historias de seres desvalidos, de aquellos que –como Nikki, como Krista- deben hacer grandes esfuerzos para asumirse, para crecer en plenitud: “Quería pensar que yo estaba por completo serena –rememora Krista- El dolor era algo con lo que era capaz de codearme. El dolor era una herencia, que conocía y aceptaba”.

Video: conversación registrada en 2015, en una entrevista organizada por la Universidad Point Loma (duración aproximada una hora, en inglés).
  

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