CUENTOS COMPLETOS, DE JUAN JOSÈ SAER

Composición: Gerardo Morán
“Cuentos completos”, de Juan José Saer.
Seix Barral, Buenos Aires, 2017, 610 páginas.
Prólogo de Fabián Casas.
En Argentina: 549 pesos.

Dieciséis años atrás se compilaron por primera vez los cuentos del argentino Juan José Saer, una selección que el autor controló puesto que aún vivía (iba a morir en 2005). Es una valiosa selección porque Saer, aparte de haber sido el novelista de gran nivel que todos conocemos, fue una excelente cuentista. Su propia obra narrativa nace con el cuento (“En la zona”, 1960) y cierra también con una muy lograda colección de relatos cortos: “Lugar”, del año 2000, en el que desplegó sus mejores dotes de narrador. Digo "cierra" porque fue el último de sus libros publicado en vida.
En la presente recopilación Saer invierte el orden cronológico habitual, puesto que coloca en primer términos sus últimos cuentos y al final del libro los primeros, para que el lector, dice, tenga una perspectiva similar a la de él. Como quien desanda un largo camino, que en su caso fue de cuarenta y tres años de intensa escritura. Al publicarlos por primera vez sorprendió porque incorporó cuatro inéditos, escritos entre 1964 y 1965, a los que unificó bajo el título de “Esquina de febrero”. Estos textos fueron releídos por el autor nacido en Serodino, provincia de Santa Fe, cuando se encontraba organizando este libro y de los que confesaba tenían para él “un sabor intenso”, pero no por ser el de sus comienzos literarios sino por haber sido escritos en su juventud “irrevocablemente desaparecida”.
Una de las características más notables en Saer fue su ambición literaria: generar una región que le fuera propia, gestando un ámbito autosuficiente, al estilo de lo que hicieran sus admirados Faulkner y Onetti. La otra, que su obra tuviese vasos comunicantes permanentes. Y la tercera, que la lírica ingresara a la prosa.
Este ejemplo capital citado por Díaz, nos confirma aquello de la “ambición” literaria saeriana que, más allá de sus novelas y ensayos, se ve enriquecido con sus cuentos. La serie, además de los libros ya citados, incluye los títulos “Palo y hueso” (1965), “Unidad de lugar” (1967) y “La mayor” (1976).

La primera edición
de "En la zona"
En la zona. Aunque en “La mayor” se incluye un texto muy conocido de Saer, en el que a través de un personaje cuestiona el concepto de región, la ciudad de Santa Fe y la zona de distritos costeros que la circunda, es precisamente el sitio que de real “salta” a ficticio para constituirse en el territorio mítico donde transcurren las diversas historias de este autor, en el que reitera situaciones y personajes, muchas veces referidos desde perspectivas diversas y a veces hasta contrapuestas.
Sus cuentos son de tipo “tradicional”, ajustándose al género, aunque en otros, especialmente los que componen “La mayor”, difieren, volcándose al experimentalismo y a las formas heterodoxas, como ocurre en el excepcional texto que da título al libro y que –por su estructura y su forma de plasmarse en la página- trae nítidos recuerdos de la gran poesía de su maestro, el entrerriano Juan L. Ortiz.
Al respecto, en el prólogo al que titula “Nota”, Saer confirma esas intenciones: “Varios de entre ellos (habla de sus cuentos) difieren del género porque, considerando que la preceptiva del cuento moderno es demasiado rígida, me pareció que valía la pena explorar, en la ficción breve, formas más libres que las que recomiendan como clásicas”.
“La mayor”, escrita entre 1969 y 1974, vale decir cuando Saer trataba de hacer pie definitivo en Francia, fue un verdadero “parteaguas” en su obra. Se trata de una valiosa selección de formas breves, muchas de ellas experimentales, en las que el autor “jugó” con mucha libertad con la expresión literaria, todo lo cual le abrió nuevas puertas en su derrotero como escritor, tanto de ficciones como de poesía.
En “Cuentos completos” se incluye otras piezas capitales, como los que integran “Unidad de lugar” (especialmente, para mi gusto personal, “Sombras sobre vidrio esmerilado”, con su personaje Tomatis como protagonista principal de la historia) y la mayor parte de los relatos de “Lugar”, a pesar de que en algunos de esos textos el prologuista Fabián Casas percibe una “cierta pérdida” de su potencia creadora.
Se trata de un respetable punto de vista, aunque en lo personal considero que es uno de los libros más valiosos de la parte final de su obra. Pero, más allá de los acuerdos y los disensos, el presente volumen permite volver a incursionar el rico territorio de quien, si bien se afincó en la novela como su forma expresiva preferida, supo decir de manera personal y madura también en el difícil territorio del cuento.

“Otros, ellos, antes, podían. Mojaban, despacio, en la cocina, en el atardecer, en el invierno, la galletita, sopando, y subían, después, la mano, de un solo movimiento, a la boca, mordían y dejaban, durante un momento, la punta azucarada en la punta de la lengua, para que subiese, desde ella, de su disolución, como un relente, el recuerdo, masticaban despacio y estaban, de golpe ahora, fuera de sí, en otro lugar, mientras hubiese, en primer lugar, la lengua, la galletita, el té que humea, los años: mojaban, en la cocina, en invierno, la galletita en la taza de té, y sabían, inmediatamente, al probar, que estaban llenos, dentro de algo y trayendo, dentro, algo, que habían, en otros años, porque había años, dejado, fuera, en el mundo, algo, que se podía, de una u otra manera, por decir así, recuperar, y que había, por lo tanto, en alguna parte, lo que llamaban o que creían que debía ser, ¿no es cierto?, un mundo. Y yo, ahora, me llevó a la boca, por segunda vez, la galletita empapada en el té, y no saco, al probarla, nada, lo que se dice nada. Sopo la galletita en la taza de té, en la cocina, en invierno, y alzo rápido la mano, hacia la boca, dejo la pasta azucarada, tibia, en la punta de la lengua, por un momento, y empiezo a masticar, despacio, y ahora que trago, ahora que no queda ni rastro de sabor, sé, decididamente, que no saco nada, pero nada, lo que se dice nada. Ahora no hay ni rastro, ni recuerdo, de sabor: nada”. (Fragmento de “La mayor”).

Datos para una biografía
Juan José Saer nació en Serodino, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1937 y falleció en París en 2005. En Santa Fe vivió hasta 1968 y tanto en esa ciudad como en su zona transcurre la mayor parte de su obra de ficción. Luego se radicó en Francia donde fue docente universitario. En Santa Fe fue profesor en la Universidad Nacional del Litoral. Es autor de más de una veintena de libros, integrados por novelas, cuentos, poemas y ensayos. Publicó cinco libros de cuentos: “En la zona” (1960), “Palo y hueso” (1965), “Unidad de lugar” (1967), “La mayor” (1976) y “Lugar” (2000). Los textos de estos libros más algunos inéditos están reunidos en “Cuentos completos” (2001/2017). Es autor de doce novelas: “Responso” (1964), “La vuelta completa” (1966), “Cicatrices” (1969), “El limonero real” (1974), “Nadie nada nunca” (1980), “El entenado” (1983), “Glosa” (1985), “La ocasión” (1986, Premio Nadal), “Lo imborrable” (1992), “La pesquisa” (1994), “Las nubes” (1997) y “La grande” (que se publicó inconclusa poco después de su muerte). Sus poemas fueron reunidos en “El arte de narrar”, volumen publicado por primera vez en 1977 y que tuvo varias reediciones y ampliaciones, la última en el año 2000. Es autor de varios ensayos, entre ellos “Para una literatura sin atributos” (1988), “El río sin orillas” (1991), “La selva espesa” (1994), “El concepto de ficción” (1997), “La narración-objeto” (1999) y póstumamente se conoció “Trabajos” (2005). Con materiales inéditos que fueron reunidos luego de su muerte, se publicaron “Papeles de trabajo” (2012), “Papeles de trabajo 2” (2013), “Poemas” (2014) y “Ensayos” (2015). Fue coguionista de “Las veredas de Saturno”, película de Hugo Santiago (1986). Ha sido traducido al francés, inglés, alemán, italiano, holandés, portugués, sueco, griego, checo, japonés, hebreo, noruego y rumano.

Enlace en Internet:


Video: entrevista de la periodista Cristina Mucci en su programa “Los siete locos”, Buenos Aires, año 2000

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