"4 3 2 1", de Paul Auster. Nuevamente la música del azar

Diseño: Gerardo Morán
“4 3 2 1”, de Paul Auster.
Seix Barral, Barcelona-Buenos Aires, 2017, 957 páginas.
Traducción de Benito Gómez Ibáñez.
En España: 23,90 euros. En Argentina: 590 pesos.

A los seis años, Archie Ferguson, que se ha caído de un árbol, descubre por sí solo cómo el azar marca la vida de las personas. Lo hace formulándose una serie de preguntas elementales, tales cómo qué habría pasado si en vez de resbalar del tronco sobre el que estaba suspendido hubiese alcanzado la rama a la que pensaba asirse. Qué, si no hubiera habido árbol en su casa. Qué, si en vez de quebrarse una pierna el impacto alcanzase a sus dos extremidades. Qué, si viviera en otro lugar. Y así sucesivamente…
Archie es el personaje central de la nueva novela del norteamericano Paul Auster y no puede extrañar que el azar importe, movilice, a sus criaturas literarias, puesto que –aunque no necesariamente borgiano- el novelista ha construido la mayor parte de su obra centrándola en esta cuestión. Por lo que no resulta sorpresa que esa tan conocida “música del azar” sea la que se escuche intensamente en su más reciente (y su más extensa) novela, “4 3 2 1”, que le demandó un lustro de escritura y que diera a conocer en inglés exactamente el día en que cumplió 70 años. Meses más tarde ha aparecido la versión en nuestro idioma, distribuida simultáneamente en todos los países de habla hispana el mes pasado.
Luego de narrar cómo llegó de Rusia (la leyenda familiar dice que después de caminar cientos de kilómetros), el primer Ferguson y referir cómo fueron conociéndose los descendientes de éste hasta arribar al nacimiento de Archibald Isaac Ferguson en Newark, próxima a la ciudad de Nueva York, en 1947 (lugar y año de nacimiento del propio Auster), la novela se despliega y cuenta cuatro vidas “posibles” de Archie, según vayan sucediendo los acontecimientos. Según vayan abriéndose o cerrándose las puertas del acaso.
El propio apellido que lleva Archie nada tiene que ver con su antepasado arribado a Estados Unidos mucho tiempo atrás. “Ferguson” fue otro producto de la casualidad: la historia familiar afirmaba que el pobre ruso que desconocía el inglés tenía un apellido casi impronunciable y por eso uno de sus amigos le recomendó que diera como nombre Rockefeller. Pero el inmigrante no pudo retener el famoso apellido y eso fue lo que dijo con mucha inocencia: “Se me ha olvidado”. Pero como habló en yidish el oficial de aduana escuchó “Ikh hob fargessen” y de inmediato lo “bautizó” Ichabod Ferguson. Archie reflexionó largamente sobre el hecho. “La historia –escribe Auster- salió del ámbito de la anécdota para convertirse en una parábola sobre el destino humano y los interminables desvíos que una persona se encuentra por los caminos de la vida”. Y fue así, por accidente, nos dice el autor, que un apellido judío se transformó en otro, propio de un presbiteriano escocés.
Auster nos entrega un amplio friso de “posibles” Archie a medida que crece y se va vinculando con el mundo. La relación con sus padres, la que mantiene con Amy (quien en determinada circunstancia es su amiga, en otra su amante y en otra más, su hermanastra), las diversas formas posibles de relacionarse con su distante tía Mildred, sus diferentes amigos, su sexualidad, sus inquietudes creativas, sus estudios, sus andanzas por una Nueva York por entonces degradada pero que siempre lo fascinará. Su relación con París y  el idioma francés (otra de las particularidades que lo liga a Auster, ya que éste vivió en Francia y ha tenido al francés como su segundo idioma).
Auster trabaja con los mismos elementos narrativos para contar las cuatro historias –dos de las cuales se frustrarán a poco de iniciadas-, pero serán los detalles, las casualidades, los hechos fortuitos, todo en suma, que irá derivando de una u otra manera según vayan ocurriendo los acontecimientos.
Así, un incendio puede resultar en una muerte, una salvación o una pérdida, las relaciones de los padres de Archie (él comerciante, ella fotógrafa) también tendrán sus posibles derivaciones que alejarán o acercarán a la pareja según sea el caso.

Calle de Newark
El personaje central. Auster no perderá de vista a Archie en ningún momento, todo cuanto ocurre tiene que ver con su vida. Lo mostrará con sus virtudes y defectos, pero actuando de manera diversa, de acuerdo a cómo vaya desarrollándose cada historia, a cómo se irán manifestando “cada uno” de los Archie que se irán presentando ante el lector, con sus lógicas particulares. Lo que hacen, lo que dejan de hacer.
Al escritor le ha interesado mostrar como un personaje sensible y atento a su joven Ferguson. Sensible respecto de las emociones, respecto del amor, respecto de familiares y amigos. También respecto del arte, de la creación. No puede sorprender que lo muestre como apasionado lector y de que ese mundo de lecturas constantes surja un poeta, o un traductor, o un posible cronista de actualidades.
Y la atención a la que antes aludí, su “segunda” sensibilidad, refiere a la política, que se despierta en él cuando es adolescente y a la que seguirá, más como observador que como participante activo, mientras ella se desarrolla en Estados Unidos y fuera de su país, especialmente en los años ’60 y ’70 del siglo pasado.
Esa realidad política resultaba explosiva por aquella época, con los magnicidios que conmovieron hasta las raíces a los Estados Unidos (asesinatos de los hermanos Kennedy, de Martin Luther King, de Malcolm X), las luchas raciales, las movilizaciones que incluyeron tomas de universidades, las degradaciones de las ciudades con incendios y depredaciones y como constante telón de fondo la crecientemente impopular guerra de Vietnam. Toda esa época, explosiva, dinámica, contradictoria, es "reconstruida" por Auster con un sinnúmero de detalles que, aparte de movilizar su memoria y su vida juvenil, le habrá significado un gran trabajo de tipo documental.

El beisbol. Los detalles. La cubierta de “4 3 2 1” muestra en un primer plano a un chico jugando al beisbol “rodeado”, podría decirse, por los típicos rascacielos neoyorquinos. Una buena síntesis de Archie cuando pequeño, al que obsesionaba ese juego (otra conexión directa con Auster, fanático confeso de dicha disciplina deportiva). Ese juego acompañará al personaje protagonista durante toda su vida, o mejor, durante el relativamente corto tiempo que cubre la novela.
Porque si bien la reconstrucción de la vida norteamericana que se propuso, y logró, Auster plasmar en su novela resulta más que minuciosa, la “abandona” cuando Archie aún es joven por lo que tanto su existencia, como los avatares de la historia norteamericana abarcan nada más que unas tres décadas y media, cuando aún no han concluido los ’70 del siglo pasado. Y eso se debe a que el autor se había propuesto dejar a su personaje no bien ingresara a la vida adulta. Se le ocurrió así luego de haber escrito dos libros de memorias (“Diario de invierno” e “Informe del interior”) y de este modo se lo confirmaba a Eduardo Lago de “El País”: “Cuando terminé esos libros empecé a acariciar la idea de escribir una novela sobre las primeras fases de la vida de un individuo, desde su nacimiento hasta que entra en el mundo de los adultos”.
En la novela habla de su propia generación, de su misma juventud, de él mismo en suma, aunque Ferguson no resulte ser totalmente su alter ego.
Y, además y primordial, también se debe a que Ferguson toma una determinación fundamental, que Auster se reserva para el final de su ficción y que llevará al lector a adoptar una muy diferente perspectiva en relación al propio relato.
El autor le asigna a la condición judía una entidad particular en la novela. Es una suerte de “marca” que acompaña a Archie, una forma de relacionarse casi con exclusividad con su gente, con su estirpe. Llama la atención ese dato que está como burilado por Auster. “Somos gente del Libro y tenemos que ayudarnos”, le dice la tía Mildred a su sobrino, a quien auxilia en un momento decisivo de su vida. Es una característica de la novela, que no termina de convencerme y no se advertía en sus relatos anteriores.
La sexualidad se muestra constante y hasta exacerbada. Y lo otro es el “detalle”, casi se podría decir, exagerando, el detalle del detalle. Auster, que siempre tendió a una escritura acotada, casi minimalista, aquí en cambio ha optado por largas parrafadas, por descripciones que resultan muchas veces excesivas, ya se trate de un partido de beisbol, una relación amorosa o el listado de actores ingleses que trabajaron en Hollywood, por dar algunos ejemplos Todo hay que describirlo de manera exhaustiva. Tanto que la novela muchas veces se alarga de manera innecesaria. Ficción, autor y lectores hubieran ganado considerablemente si Auster hubiese optado por una mayor austeridad expositiva.
Más allá de objeciones y cuestionamientos, estamos ante un Auster puro, en cuanto a fiel si no a su estilo, sí a sus obsesiones centrales, a sus preocupaciones estéticas y éticas (es un militante anti-Trump). Por eso no puede sorprender que, consultado por la función del azar en la vida de las personas, haya sostenido este diálogo con el italiano Antonio Monda, de “La Reppublica”:
- ¿Sostiene que la existencia está gobernada por el azar?
- También. No se trata obviamente del único elemento, pero no se lo puede ignorar. Tenemos nuestra ambición, la capacidad de determinar nuestro destino, pero después, basta con encontrarse por pocos centímetros en el lugar equivocado y todo termina.

La edición en inglés
“Sin embargo, ahora que tenía catorce años y la cabeza rebosante de pensamientos que no se le habían ocurrido ni siquiera seis meses antes, Ferguson estaba siempre buscándose a sí mismo en relación con personas desconocidas y distantes, preguntándose por ejemplo, si no habría besado a Denise en el preciso momento en que Hemingway se volaba la tapa de los sesos en Idaho o si, justo cuando bateaba una doble en el partido de Camp Paradise contra Camp Greylock el jueves pasado, un miembro del Klan de Mississippi no atizaba un puñetazo en la mandíbula a un Pasajero de la Libertad flacucho y de pelo corto procedente de Boston. Uno recibe un beso, otro un puñetazo, o, si no, alguien asiste al entierro de s madre a las once de la mañana del 10 de julio de 1857 y, en el mismo momento, de la misma manzana de la misma ciudad, una mujer levanta en brazos por primera vez a su hijo recién nacido, el dolor de una persona acaeciendo al mismo tiempo que la alegría de otra, y a menos de ser Dios, que debía estar en todas partes y ver lo que pasaba en todo momento, nadie podría saber que esos acontecimientos estaban ocurriendo a la vez, y mucho menos el hijo de luto y la madre feliz. ¿Era por eso por lo que el hombre había inventado a Dios?, se preguntaba Ferguson. ¿A fin de superar los límites de la percepción humana mediante la reivindicación de la existencia de una todopoderosa inteligencia divina que todo lo abarcaba?”.

Datos para una biografía:
Paul Auster nació en 1947 en Nueva Jersey y estudió en la Universidad de Columbia. Tras un breve perí­odo como marino en un petrolero, vivió tres años en Francia, donde trabajó como traductor, "negro" literario y cuidador de una finca; desde 1974 reside en Nueva York. Galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006 por su carrera literaria. Estuvo casado con la escritora Lydia Davis, con la que tuvo un hijo, Daniel. Su segunda mujer es la también reconocida escritora Siri Hustvedt, con quien tuvo una hija, la actriz Sophie Auster, protagonista de su película “La vida interior de Martín Frost”. Obra: Novelas y relatos largos: “Jugada de presión” (1982, con el pseudónimo de Paul Benjamin, publicada en castellano en 2006), “La trilogía de Nueva York” (“La ciudad de cristal”, 1985; “Fantasmas”, 1986; “La habitación cerrada”, 1986), “El país de las últimas cosas” (1987), “El palacio de la luna” (1989), “La música del azar” (1990), “Leviatán” (1992), “Mr. Vértigo” (1994), “Tombuctú” (1999), “El libro de las ilusiones” (2002), “La noche del oráculo” (2004), “Brooklyn Follies” (2005), “Viajes por el Scriptorium” (2006), “Un hombre en la oscuridad” (2008), “Invisible” (2009), “Sunset Park” (2010) y “4 3 2 1” (2017). Memorias: “La invención de la soledad” (1982), “A salto de mata” (1997), “Diario de invierno” (2012) e “Informe del interior” (2013). Relatos: “El cuento de Auggie Wren” (1990) y “El cuaderno rojo” (1993/4). Poesía: “Desapariciones” (1988), “Pista de despegue” (1991) y “Colección de poemas” (2007). Dirección, guiones y adaptaciones cinematográficas: “La música del azar” (1993) “Smoke” (1995), “Blue in the Face” (1995) “Lulu on the Bridge” (1998) “The Center of the World” ( 2001), “Fluxus” (2004), “El cuaderno rojo” (2004)  y “La vida interior de Martin Frost” (2007). Teatro: “Escondite” y “Laurel y Hardy van al cielo” (ambas de 2000). Miscelánea: “El arte del hambre” (1992).“¿Para qué escribir?” (1996), “Experimentos con la verdad” (2001), “La historia de mi máquina de escribir” (2002) y “Creía que mi padre era Dios: relatos verídicos de la vida americana” (2002). Correspondencia: “Aquí y ahora. Cartas 2008-2011”, misivas intercambiadas por Auster con el escritor sudafricano J. M. Coetzee (2012).

Notas efectuadas a Auster con motivo de la aparición de su última novela:

Video: entrevista a Auster realizada por el programa Página Dos de la Televisión Española (10/10/17), duración 14,22 minutos. 


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