“Corrupción
policial” (“The Force”), de Don Winslow.
RBA, Barcelona, 2017, 574 páginas.
Traducción de Efrén del Valle.
En España: 20 euros. En Argentina: 345 pesos.
“Curándose en salud”, el norteamericano Don
Winslow –especializado en el género policial, con grandes éxitos en su haber-
dedica su más reciente novela a un amplio número de agentes del orden asesinados
en actos de servicio. Y lo hace porque lo que cuenta en su nueva historia, como
diría Chandler, no es fragante. Ni agradable.
Winslow se centra en la historia del sargento
Dennis John Malone, quien al comienzo mismo de la novela lo muestra encerrado
en una cárcel, sin sus galones, pese a su fama de policía honesto, jugado, un héroe de nuestros días cuya
misión diaria es la de “limpiar de escoria” a la siempre turbulenta ciudad de
Nueva York. Ha pagado mucho y está experimentando como nunca antes la soledad y
la culpa.
Winslow, que escribe largas historias
difíciles de dejar de lado, se inició en el género hace más de veinticinco años
contando las andanzas del detective privado Neal Carey (“Un soplo de aire
fresco”, 1991, traducido en 2013) y ahora luego de casi veinte libros que lo
han vuelto famoso, ha regresado este mismo año relatando la presente historia
de policías que todo lo arriesgan pero que son también profunda,
sustancialmente, corruptos. Lo bravo de la novela es que a través de lo que
ocurre, y ocurre mucho, el autor expone no sólo la corrupción y decadencia de determinados
policías, sino de todo un sistema que alcanza tanto a las mafias como a las
autoridades de distinto orden y nivel. En realidad, son muy pocos los que se
“salvan” en este verdadero aquelarre de muerte y destrucción continuas.
Se empieza aceptando un sándwich y un café y
se termina guardándose para el grupo dinero en abundancia, alijos de droga,
armas o lo que fuera, porque si todos los hacen por qué no ellos. Y porque
además la policía paga mal, sus integrantes están siempre en la primera línea
de fuego y deben asegurar un buen pasar para su familia, para los hijos que
deben tener un destino mejor que andar uniformados por las calles corriendo
peligro de muerte todo el tiempo. Son buenos justificativos, pero eso no los
exime del hecho de haberse vueltos delincuentes.
La habilidad de Winslow estriba en que escribe
desde “adentro” de los personajes. No los exime de culpa, pero los explica con un sinfín de detalles. Viven
vidas violentas, al límite, están todo el tiempo a punto de estallar. Mantener
el orden en una ciudad explosiva como la de Nueva York los transforma a ellos mismos en bombas próximas a reventar. Entonces se protegen como mejor entienden: agreden, se
colocan al borde de la ley (el ejemplo histórico es el de Sérpico, el de la
ficción deviene de Harry el sucio), “limpian” la ciudad a su modo y si algo
encuentran en sus procedimientos totalmente ilegales eso irá a sus bolsillos,
con repartija equitativa entre estos “mosqueteros” que no le hacen asco a nada.
El hilo
argumental.
La historia central comienza cuando Malone y sus muchachos atacan a un poderoso
narcotraficante de heroína, el dominicano Diego Pena, a quien el policía se la
tiene jurada desde que el jefe narco ordenó un asesinato múltiple. Malone y los
suyos producen un verdadero desaguisado, que incluye incorporar un determinado “vuelto”
a sus patrimonios y aunque son declarados héroes por los periódicos y la
televisión, en realidad comienzan un camino de deterioro que, luego lo
comprobarán (especialmente Malone) no tendrá retorno.
Winslow, con habilidad, extiende y enreda la
trama. Sabe bien cómo hacerlo y, especialmente, va mostrando las fallas, las
fisuras, que se agrandan cada vez más en torno a Malone, en cuyo derredor va
tejiendo una verdadera, compleja, telaraña. En el camino se irá alejando de su
mujer y sus pequeños hijos y aunque intenta encontrar consuelo en su amante, Claudette,
tampoco lo consigue.
El narrador escribe con frases cortas, da breves
explicaciones y de manera reiterada genera escenarios de dureza y crueldad no
aptos para lectores impresionables. Lo que dice a cada instante es que nadie
tiene certeza de nada, que no hay reaseguros, especialmente para quienes
delinquen, se encuentren donde se encuentren. De cierta manera (se lo advertirá
con mayor claridad al final de la novela) Winslow defiende el sistema de vida
de su país, pero no es ciego como para ocultar sus errores, menos para no
hablar de las tramas corruptas que se tejen por todas partes.
En la novela, Malone se ve constantemente
acorralado y la única solución que le queda es abrir una puerta nueva, si la hay,
y dar reiterados saltos hacia delante. Obvio, en algún momento se quedará sin
aire. Y hará lo que se ha prometido no cometer nunca.
Eso se llama encerrona. Y para hablar de ella
(de ellas), el autor es hábil y original. Tratándose de un policial recargado
de enigmas, está “prohibido” contar lo que ocurre, salvo agregar que Winslow si
bien introduce el cuchillo hasta lo último no excusa lo que va pasando. Expone.
Y en momento determinado en un discurso “moralista” (cuya justificación en la
ficción el lector lo tendrá páginas más adelante) dice mucho sobre la deshonestidad del poder, con palabras quizás altisonantes, pero no por eso menos
arriesgadas.
En suma, “Corrupción policial” es un policial –nunca
mejor empleada la palabra- hecho y derecho, con sus detritos y sus ciénagas, su
densa atmósfera, su constante lluvia ácida y apenas algunos chispazos de luz
que sólo se acrecentarán en un final que nos habla de la culpa y la expiación.
Datos para
una biografía
Don
Winslow
nació en Nueva York, pero se crio en South Kingstown, en Rhode Island. Ha
escrito una veintena de novelas, entre las que se incluyen “Un soplo de aire
fresco”, “Tras la pista del espejo de Buda”, “En lo más profundo de la meseta”,
“El poder del perro”, “Muerte y vida de Bobby Z”, “El invierno de Franckie
Machine”, “El club del amanecer”, “La hora de los caballeros”, “Salvajes”, “Satori”,
“Los reyes de lo cool” y “El cártel”, premio RBA de novela negra. Además de
dedicarse a escribir, Don ha sido actor, director, encargado de un cine, guía
de safaris e investigador privado. Vive en la zona de San Diego con su esposa
Jean y su hijo Thomas. Diversos textos suyos han sido llevados al cine y a la
televisión y James Mangold prepara una versión cinematográfica de “Corrupción
policial”, cuyo guion ha sido encargado a David Mamet y que se estrenaría en
2019.
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