LOS ELEMENTALES, DE MICHAEL MCDOWELL

La novela de Michael McDowell nos lleva a un lugar Inquietante, donde prevalece el horror. Estamos ante el rescate de un texto escrito en los ’80 del siglo pasado, considerado paradigmático en el género de terror.

“Los elementales” (“The Elementals”), de Michael McDowell
La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2017, 307 páginas
Traducción de Teresa Arijón
En Argentina: 350 pesos.

Antes que nada, aceptemos las reglas que nos propone el autor: dejemos de lado las prevenciones, “juguemos” a que en este mundo hay fantasmas -terribles- a los que determinadas personas pueden ver y, llegado el caso, enfrentar. Admitamos ese mundo-otro que late, palpita y condiciona al mundo real en el que nos movemos. Y sólo entonces, sin prevenciones ni preconceptos, adentrémonos en el orbe aplastante de ”Los elementales”.
Esta novela, junto con otras del mismo autor, fue recuperada hace pocos años luego de que Michael McDowell ingresara a ese limbo de desconocimiento y olvido en el que permanecen muchos autores (muchas autoras). Haberlo recuperado ha sido, como ocurre la mayoría de las veces ante casos similares, un acto de justicia.
La novela se sumerge en el terror y McDowell, quien escribiera los guiones de “Beetlejuice” y “El extraño mundo de Jack”, ambas dirigidas por Tim Burton, se muestra particularmente hábil para conducir al lector por un territorio tenebroso del que es difícil escapar.
Todo transcurre en el tórrido verano de Alabama y se inicia cuando muere Marian Savage, matriarca de una familia poderosa pero marcada por sinos terribles, razón por la cual sus hijos, Dauphin y la monja Mary-Scott, procederán a un ritual familiar brutal, que sorprenderá a los asistentes a la misa en la que está expuesto el cadáver. Y que, por supuesto, sobresaltará al lector.
Pero, astuto, McDowell se tomará su tiempo antes de adentrarse en el territorio de las criaturas siniestras. En efecto, antes mostrará a los integrantes de dos familias tradicionales, los ya mencionados Savage y los McCray, preparándose al comienzo y trasladándose luego a Beldame, un sitio ubicado frente al Golfo de México, donde se levantan tres casas victorianas, las dos primeras propiedad de las familias aludidas. Y una tercera. Abandonada.
Los Savage y los McCray tienen una historia en común, que se ha afianzado porque Dauphin se ha casado con Leigh McCray quien, al “momento” de la novela anuncia que está embarazada.  Y tienen, ambas familias, una suerte de ilusión un tanto incomprensible: quieren, necesitan, refugiarse en las casonas victorianas de Beldame, donde el calor se hace sentir. Y cómo.
Además de la presencia omnipresente de la arena, de alta significación en la novela.

El sino ominoso. Pero ellos van, año a año, como un sino, como una fatalidad, como si estuvieran “embrujados” por la tercera casa maldita. O por sus habitantes desconocidos. Y eso que en dicha casona, algunos de ellos vivieron experiencias extrañas. Le ha pasado a Luker McCray cuando niño. Le ha ocurrido más tarde a la hoy monja Mary-Scott. Pero de eso no hablan. En tanto, sobre los Savage cunde una leyenda terrible que, sintetizada, se expresa en una frase espantosa: Las madres Savage se comen a sus hijos. A su vez, McDowell se toma su tiempo para ir aclarando las cosas y el lector debe también aceptarlo.
La interesada en conocer todos esos episodios es la adolescente India, hija de Luker, ambos residentes en Nueva York y visitantes circunstanciales a Alabama, pero nadie se decide a contarle las raras historias ocurridas en Beldame donde, por otra parte, han muerto en extrañas circunstancias Darnley, hermano de Dauphin, y Mary-Ann, la pequeña hija de Odessa, sirvienta de los Savage quien logra “ver” lo que de verdad ocurre en la casa abandonada.
También “verá” a su tiempo India, niña que desde el primer momento se manifiesta dispuesta a develar, desvelar, los secretos que guarda la misteriosa mansión que, se sabrá a su tiempo, está “maldita” porque en su seno cobija a los elementales, seres abominables, como los llama McDowell, dispuestos a sembrar el Mal.
Hay otros actores, como la extraña pareja constituida por Lawton McCray y Big Barbara, padres de Luke, el primero un político aprovechador que quiere liquidar las casas para realizar un negocio relacionado con el petróleo (con consecuencias siniestras) y la segunda, ganada por el alcohol y el amor no correspondido.
Pero los más importantes son Luke, Odessa y, sobre todo, India, que tendrá un papel central en esta ficción tenebrosa que nos propone el escritor norteamericano. Como antes señalé, hay que aceptar las reglas de juego de McDowell. Son premisas que, en determinados casos, resultan discutibles, como la que afirma que los Savage están “maldecidos”, sin considerar que los aportes genéticos “ajenos” no permiten la “pureza” de cualquier familia.
Dejando de lado esos cuestionamientos, para quienes gustan las novelas de horror (no es mi caso) la presente es la que deben leer, sin la menor duda.

tapa de la
edición en inglés
“(India) apuntó la cámara hacia la ventana y, espiando por el visor, enfocó la puerta espejada de la cómoda. Estaba abierta. El espejo reflejaba un sector de la pared del frente que de otro modo resultaría invisible. Mirando la puerta espejada a través del lente de la cámara, India atisbó un leve pero agitado movimiento en la arena… como si algo escarbara debajo. Bajó rápidamente la cámara y se asomó por la ventana; aunque giró el cuerpo y se inclinó todo lo posible hacia la derecha, no alcanzaba a ver directamente esa parte del montículo de tierra que se veía reflejada en el espejo. Volvió a mirar el espejo y observó desconcertada que la arena se abultaba y retorcía.
“Miró la ventana rota. La arena continuaba filtrándose, pero más despacio; ahora se acumulaba sobre el lado derecho de la ventana, no sobre el izquierdo.
“Atisbó la forma de lo que fuera que había bajo la arena, pero era imposible distinguirla. Esa cosa parecía formarse de la arena misma. Era humana, pero pequeña, de un tamaño similar al de India”.

Datos para una biografía

Michael McDowell nació en 1950 en Enterprise, Alabama. Se graduó con honores en Harvard, y en 1978 obtuvo un doctorado en Literatura Inglesa y Norteamericana en la Universidad Brandeis. Escribió guiones para televisión, entre ellos varios episodios de series antológicas como Tales from the DarksideHistorias asombrosasCuentos de la cripta. Para el director Tim Burton comenzó adaptando un cuento de Ray Bradbury, “La jarra”, que apareció en “Alfred Hitchcock presenta” y luego escribió los guiones de Beetlejuice (1988) y El extraño mundo de Jack (1993). Además, escribió cuentos y una veintena de novelas, entre las que se destacan “The Amulet “ -su primer libro publicado, que lo reveló como un estilista consumado-, las que integran la serie de Blackwater (1983), seis volúmenes en los que narra cincuenta años en la vida de la familia Caskey, cuyas mujeres tienen una extraña afinidad por el agua corriente, las tres novelas con los personajes Jack y Susan (1985-1987), ellos eternamente jóvenes y su perro registrando los cambios de edad, y, de manera especial. “Los elementales” (1981), considerada como su obra maestra y que también era la novela favorita del propio autor. Los últimos años de su vida los pasó dando clases de escritura de guiones en las universidades de Boston y Tufts. Falleció en 1999 a causa de una enfermedad asociada al VIH. McDowell se especializó en coleccionar diversos elementos relacionados con la muerte, colección que se encuentra en una universidad y suele ser visitada por historiadores. “Cold Moon Over Babylon”, novela de 1980, fue llevada al cine por Griff­ Furst en 2016.

Videos bajados de Youtube:
 1)  Miriam Molero analiza “Los elementales” en el programa “Pura Vida”, de la Televisión Pública Argentina, 14/11/17. Duración: 7,26 minutos.


2) Michael McDowell lee “The Elementals”, audiolibro subido el 19/1/17 por Perla Hailey. Duración: 7 horas, 22 minutos, 12 segundos.


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